Pocas personas asocian directamente su nivel de energía con la postura corporal. Sin embargo, diferentes estudios científicos han demostrado que la forma en la que nos sentamos, caminamos o permanecemos de pie influye directamente en nuestra vitalidad, concentración y bienestar emocional.
Investigaciones realizadas por la Harvard Business School concluyeron que mantener una postura erguida durante algunos minutos eleva los niveles de testosterona y reduce la producción de cortisol, la hormona del estrés. En paralelo, la American Psychological Association ha señalado que una postura encorvada disminuye la oxigenación del cuerpo y está relacionada con sensaciones de apatía, fatiga e incluso síntomas depresivos leves.
La postura no es solo una cuestión de estética. Un buen alineamiento vertebral favorece la respiración, mejora el enfoque mental y evita sobrecargas innecesarias en músculos y articulaciones. Incorporar pequeñas rutinas de estiramiento, adaptar el entorno de trabajo y contar con herramientas como correctores posturales puede transformar la forma en que afrontamos el día.
Cuidar la forma en que habitamos nuestro cuerpo es también una forma de cuidar nuestra energía. Estar bien posicionado es estar más presente, más despierto y más dispuesto.